La relectura este verano de algunos libros me ha hecho pensar que publicar sobre el digestivo podría ayudar a algunas personas. A pesar de que ya me parecieron buenos la primera vez que los leí y dejaron en mi un primer poso, cuando tu experiencia cambia y el contenido realmente se hace significativo para ti por identificación con síntomas o pruebas que ya has realizado, el mensaje cobra una nueva dimensión y es cuando realmente «te llega».

Todos estos años me he resistido a hacer «artículos didácticos» porque lo que os pueda contar está mejor escrito en libros y blogs de profesionales, pero creo que intercalar mi experiencia con algunas notas, podría animar a otras personas con problemas de autoinmunidad a indagar por sí mismas, para que no cometan los mismos errores que yo. Voy a comenzar con un tema que puede crear repulsión a algunos. Y precisamente a éstos, seguramente sea a los que más les interese conocer algunas cosas…

Tu normalidad no tiene por qué ser la saludable

Soy miope (como todos mis hermanos) y recuerdo perfectamente el día en que a mis 6 años de edad, empezaron en casa a pedirme que leyera títulos de libros a una distancia considerable. Me sentí muy mal porque me pedían hacer algo que yo no podía. Acabé llorando pensando que era porque no sabía hacerlo. ¿Cómo iba a leer sin acercarme a las letras? Mi cabeza no contemplaba que existiera esa posibilidad. Para mí, ver mal de lejos era lo normal. Había crecido así y no sabía que la realidad pudiera ser otra. Sobre todo cuando determinados problemas aparecen en edades muy tempranas, tú no sabes que tienes un problema porque para ti es lo normal. Esto no tiene nada que ver con lo digestivo, pero me sirve para exponer la idea de que tu normalidad no tiene por qué ser la saludable.

Mis heces me han estado avisando toda mi vida

En mi adolescencia e incluso en la universidad (creo que también de pequeña), recuerdo que iba al baño una o dos veces a la semana. Tres con suerte. Un día notaba la necesidad, sin dolor, iba, me sentaba y sin problema se evacuaba rápidamente. No acostumbraba a mirar, pero hay otros sentidos que te permiten saber que lo expulsado era sólido. Es lo que recuerdo.

Me parece interesante comentar esto porque yo no me tenía por alguien con problemas de estreñimiento. Para mí, el estreñimiento era ir al baño y estar media hora sentado haciendo fuerza y en mi caso, era algo tan fácil como hacer pis. Sólo que tardaba días y días en hacerlo y este es el problema.

No quiero extrapolar mi ignorancia al resto, pero no me parece descabellado que así como tenemos tan asentados ciertos mitos respecto a la alimentación, algunas ideas acerca de este tema del que poco se suele hablar (¿por decoro? ¿buena educación?), no estén alineadas con lo que realmente debería suceder.

Cuando comenzaron los problemas con la espondilitis y me asignaron a un reumatólogo definitivo, me explicó que algunas molestias y enfermedades intestinales suelen presentarse en pacientes con espondiloartropatías. Me preguntó si tenía problemas al respecto y le dije que no, que todo estaba bien. No le mentí porque realmente dije lo que pensaba, pero no le dije la verdad porque yo tampoco la conocía. Mis heces desde hacía tiempo habían dejado de ser las de antes. Tampoco recuerdo mirarlas por aquel entonces, pero de nuevo otras percepciones me indicaban que eran plastones. No podría hablarse de diarrea, pero tampoco de «cilindros sólidos» (voy a evitar metáforas culinarias para los más aprensivos).

No siempre duele ni hay grandes molestias

No voy a seguir contándote la evolución en frecuencia y textura de mis heces. La idea con la que me gustaría que te quedaras es que tu normalidad no tiene por qué ser lo saludable, aunque no duela o notes grandes molestias. Es curioso cómo se suele tirar del medicamento para algunas sensaciones como la fiebre o el dolor de cabeza, pero normalizamos otros indicativos de que algo no está bien como el dolor en la menstruación o las molestias digestivas. De algunas nos han dicho que es lo normal cuando no lo es, otras las disculpamos en función de lo que hemos comido, porque las llevamos padeciendo durante años a veces de forma tan gradual que nos resulta imperceptible su agravamiento o simplemente no se comenta, porque de ciertas cosas no se habla.

Aprende su lenguaje, hay mucha información en juego

Hacer de vientre, defecar, cagar, evacuar, hacer caca, plantar un pino, descomer, ir al trono, hacer de cuerpo, aguas mayores… lo llames como lo llames y lo tomes como te lo tomes, es algo perfectamente natural y tan necesario como respirar o que tu corazón lata. ¡Basta de remilgos! Hay que deshacerse de tapujos, echarles un vistazo y ponerles nombre. El código numérico viene de fábula. 😉

Carta de heces de Digestive health with real food

Extraído de Digestive health with real food con el permiso de Aglaée Jacob

Aunque los dibujos se entienden perfectamente, intento traducir:

Tipo 1: bolitas separadas (difícil de excretar).
Tipo 2: trozos compactados en forma de salchicha (difícil de excretar).
Tipo 3: forma de salchicha con grietas en la superficie (fácil de excretar).
Tipo 4: como una salchicha, superficie lisa y uniforme (fácil de excretar).
Tipo 5: trozos blandos con bordes bien definidos (fácil de excretar).
Tipo 6: trozos blandos y pastosos con bordes deshechos (fácil de excretar).
Tipo 7: totalmente líquida, sin trozos sólidos(fácil de excretar).

Aglaée Jacob añade en «Digestive Health with real food» dos subtipos a la típica carta de Bristol:

  • (a) heces típicas en esteatorrea, que por su alto contenido en grasas suelen flotar, ser más claras y oler especialmente mal.
  • (b) heces con fragmentos de alimentos no digeridos.

Observar estos subtipos es también interesante porque podría indicar un insuficiente pH estomacal que dificultaría la digestión, problemas a nivel de la vesícula biliar, intolerancias, insuficiente masticación… Puede ser un dato interesante que aportar al profesional de la salud que hayas elegido para ayudarte.

Lo óptimo: de 1 a 3 deposiciones diarias del tipo 3 o 4.